jueves, 16 de julio de 2009

Donde cristo perdio la alpargata a nosotros nos robaron las sandalias

Todo comenzo en Livingstone, un pueblo en la pequeña costa caribeña de Guatemala. Llegas alli y parece que has cambiado de pais. La gente es casi en su mayoria negra, descendientes de africanos venidos al caribe hace aproximadamente un numero exacto de años. Los lugareños te saludan mas de lo habitual en el resto del pais. La verdad es que eso se agradece, ya que veniamos con una idea de hospitalidad y buen rollo con los locales que en realidad no hemos encontrado. Los guatemaltecos nos han parecido mas bien secos y con pocas ganas de relacionarse o comunicarse con los viajeros. Pues eso, que llegamos a mediodia y despues de alojarnos en un hotelito dimos un paseo por el pueblo. Es un lugar curioso, porque esta aislado del resto del pais al no tener carreteras que lleguen alli; solo se puede acceder a Livingstone en barca. Quisimos dar un paseo de unos 8 km hasta unas cascadas llamadas Los 7 Altares, que es casi la unica atraccion a la que se puede acceder caminando, ya que el resto se hace en barca. Pero como ya eran las 14:00 y amenazaba tormenta decidimos dejarlo para la mañana siguiente, siguiendo el consejo de una señora mexicana que nos abordo en la calle ofreciendo las mil maravillas que preparaba en su restaurante. Una señora que si hablara menos creo que ganaria clientes, ya que se convierte en un poco pesada cuando te dice por enesima vez que prepara comida de 10 paises a un precio incomparable y bla bla bla...

Pues al dia siguiente caminamos por la sucia playa hasta los 7 Altares. El camino podria ser mucho mas bonito si la playa estuviera limpia, no solo de troncos y barro que arrastra el rio que desemboca en Livingstone, sino de la basura que hay por toda la orilla. Es una lastima que un pais tan bonito este tan lleno de basura. Ademas no te dan ganas de bañarte porque el agua es marron por el rio. Asi que llegamos a las cascadas con ganas de darnos un chapuzon y al pasar la primera cascada (hay 7, de ahi el nombre) decidimos dejar las sandalias en un lado del sendero para no cargarlas todo el camino, ya que ibamos casi todo el tiempo por el agua. Parecia un lugar seguro, con pocos turistas e inaccesible para posibles ladrones. Llegamos a la septima cascada, conocimos a una parejita suiza muy simpatica y nos bañamos y saltamos de la cascada hasta que tuvimos suficiente.

Cuando decidimos volver, nos cruzamos con un grupo de chicos locales un poco borrachos que nos hicieron temer por nuestras queridas sandalias, y al llegar a donde las habiamos dejado, nuestros temores se convirtieron en realidad: habian desaparecido. Que tontos llegamos a ser al dejarlas alli a la vista en un pais en el que nos habian contado ya tantos robos. Asi que en la entrada lo comentamos a la familia que vigila y cobra la entrada y nos dijeron que habia entrado muy poca gente, y que seguro que habian sido ellos. Esperamos a que volvieran, y efectivamente, uno de ellos las llevaba envueltas en unos pantalones debajo del brazo. Con mucha alegria las recuperamos, pero quedaba lo mas dificil: volver caminando las 2 horas que nos separaban del pueblo sabiendo que los fallidos ladrones tambien andaban por alli. Y nuestras plegarias fueron escuchadas en forma de dos señoras muy simpaticas que habian alquilado una barca para volver a Livingstone y se ofrecieron muy amablemente a llevarnos de vuelta, a lo que accedimos con mucho gusto y tambien se sumaron los suizos.

Volvimos entre risas al pueblo, pero con ganas de salir del pais para dirigirnos a Honduras, a ver como estaba la situacion politica despues del golpe de estado de Micheletti contra Zelaya.

Adios Guatemala! Fue bonito, pero la verdad, peor de lo esperado.

Salud!

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