domingo, 20 de diciembre de 2009

Un fin de etapa en el sur un poco agitado

El 15 de diciembre nos despediamos de Virginia y Brian, nuestros huespedes en Christchurch. Habiamos estado tres dias con ellos, compartiendo conversaciones, comida y experiencias y nos daba pena dejarlos atras, pero ya habiamos comprado el billete del ferry que nos llevaria de nuevo a la isla del norte dentro de dos dias. Asi que subimos a Su, pongo la llave en el contacto con la seguridad de que iba a arrancar y ya no fallaria mas despues de la enesima reparacion y... no arranca. Parecia que Su no queria despedirse todavia.


El hecho de que Su no arrancara nos sirvio para descubrir que cerca de Navidad los talleres de Nueva Zelanda estan a tope de trabajo: todos quieren tener el coche a punto para desplazarse en sus vacaciones veraniegas. Y claro, un par de mochileros con una vieja furgo no parece que tengan prioridad a la hora de echarle un vistazo a ver que puede causar los fallos al arrancar. A mediodia un simpatico vecino mecanico se ofrecio a repararla a las cinco, al terminar su trabajo, con lo que pudimos disfrutar una tarde mas de la ciudad.

Christchurch, con algo mas de 370.000 habitantes es la ciudad mas grande de la isla del sur, y la segunda ciudad mas grande de Nueva Zelanda despues de Auckland. Exactamente en las antipodas de Christchurch hay otra pequeña ciudad llamada A Coruña. El centro de la tambien llamada Ciudad Jardin es una bonita plaza con una catedral anglicana dominando la vista de una zona donde siempre se pueden ver gentes de todo tipo: jugadores de ajedrez en el ajedrez gigante que hay en una esquina, parejas de jubilados que salen a pasear bajo el sol del incipiente verano, grupos de jovenes deseosos de mostrar sus blancas pieles despues del invierno, mochileros descansando bajo un arbol, turistas tomando miles de fotos digitales desde el viejo tranvia turistico, musicos intentando ganarse algun dolar de los paseantes... Nosotros pudimos ver a un grupo de cuatro adolescentes bailando un baile tipico irlandes en el que no dejan de saltar, moviendo los pies al son de las gaitas pero con el cuerpo y los brazos rigidos. Muy curioso.

Despues de un paseo por la playa, volvimos a casa a las cinco a esperar a Joe, el vecino. A eso de las siete, Brian, ejemplo de la educacion britanica que llevan al maximo extremo los kiwis (y que yo llamo indecision), creyo conveniente llamar a Jo para preguntarle porque no venia, ya que necesitabamos estar en 2 dias en Picton, para subir al ferry que cruza el estrecho de Cook. La respuesta fue que se habia olvidado y que al dia siguiente vendria a eso de las ocho de la mañana a repararla. Gracias a Su y Joe disfrutamos de otra cena en compañia de la familia Archer.

Al dia siguiente, ya pasadas las nueve estaba yo llamando a la puerta del vecino a ver si venia o nos ibamos a Picton haciendo autoestop, y me dijo que salia en cinco minutos. Al fin salio, hurgo en las entrañas del viejo motor Ford y a mediodia ya estabamos de camino al norte con la furgo reparada y con 20 dolares menos en el bolsillo. Por lo menos esta vez nos salio barato...

Mas o menos en la mitad de los 330 km que separan Christchurch de Picton se halla la peninsula de Kaikoura, un santuario de delfines, ballenas y sobre todo focas, que puedes ver descansar al sol primaveral desde la carretera. Tuvimos la suerte de poder ver jovenes machos peleandose por su espacio en la piedra mas acogedora, pacientes mamas descansando con sus bebes retozando encima de ellas, machos adultos poco timidos al ver que nos acercabamos a ellos para sacar fotos... Es todo un espectaculo ver a estos gordos bichos de 185 kilos en su ambiente natural y no haciendo tonterias con una pelota de colores en la nariz para deleite de esa especie animal tan destructiva: el ser humano.

Siguiendo hacia el norte, la carretera continua entre las ya habituales colinas verdes que se repiten por todo el pais, pero esta vez rodeada de viñedos. Marlborough es una de las zonas vinicolas mas famosas del pais, con una buena calidad en vinos blancos. La lastima es que conducimos, y no podemos parar en los viñedos que ofrecen catas y paseos en cada kilometro de la carretera, asi que sin haber bebido una gota de vino llegamos a Picton al atardecer y decidimos aparcar para pasar la noche enfrente del puerto, ya que el check-in era a las siete de la mañana del dia siguiente.

La noche fue algo movidita al pasar de vez en cuando camiones hacia el puerto, pero nada comparado con la mañana, que nos deparo una nueva sorpresa al volver a poner la llave en el contacto, girarla y...

Jueves 17 de diciembre, parking del puerto de Picton. Una checa y un español desesperados ven como la bateria de su furgo desfallece mientras ya estan los coches en la fila para embarcar en el ferry rumbo a Wellington. Con su precario presupuesto no se pueden permitir perder el billete del ferry, pero a la vieja Ford no parece importarle y se niega a arrancar...

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