Hasta ahora habia sido relativamente facil hacer paellas. Relativamente, ya que conseguir ingredientes y algo donde cocinarlas en Fiji, Nueva Zelanda y Australia a veces era poco menos que una odisea, pero al hacerlas para gente que no sabe lo que es una paella pues te da algo de libertad: si no encuentro arroz "bomba" le pongo "basmati", si no hay romero habra que arreglarselas con oregano, si no encuentro conejo la hago de pollo o vegetariana o mejor, le pongo cerdo, hago un arroz al horno y quedo como un señor. Pero en Singapur me meti en camisa de once varas. Iba a cocinar para Gisela, catalana, Pepe, mexicano con algunas paellas entre pecho y espalda, y Luisa, aragonesa. Glups! Si no me sale bien mi reputacion como paellero valenciano se va por los suelos...
Hace unos años fuimos a Menorca a bucear. Alli conocimos a dos catalanas que habian dado mas vueltas por el mundo que la Coca-Cola. Despues de una inmersion nos pusimos a hablar y descubrimos muchas cosas interesantes de su recien terminado año sabatico viajando. Ellas se interesaron mucho en nuestra planeada vuelta al mundo. Blanca vivia en la Barceloneta y Gisela en Paris, pero mantuvimos el contacto con las dos y fuimos a fiestas juntos, conocimos a Pepe, el mexicano con el que Gisela se caso y con el que tambien nos sentimos super bien desde el primer momento (es imposible sentirse mal con Pepe). Fuimos a la boda y seguimos en contacto incluso cuando G y P decidieron ir a vivir a Singapur. Y todo este rollo para decir que ahora estamos en el piso que comparten con Luisa, la mañica, muy cerca de Little India, uno de los barrios con mas sabor de este multietnico pais.
Si, si. Muy multietnico pero otra vez me encontraba con el problema de buscar ingredientes para la prometida paella. Para encontrar el arroz y algo parecido al "garrofo" (judias blancas grandotas y planas) dimos bastantes vueltas por el mega-super-hipermercado Mustafa, un centro comercial estilo indio donde venden todo lo imaginable 24 horas al dia, aunque los clientes se empeñen en agolparse todos juntos en una lucha por moverse entre las estanterias el sabado por la tarde. Al final consegui algo parecido a lo que buscaba y junto a los ingredientes comprados en un "delicatessen" para extranjeros y un conejo (30€ el kilo!) que compro Lisa, una singapuriense que tambien invitamos ya tenia mas o menos lo que necesitaba. El problema ahora era donde cocinarla. Los paelleros no abundan en Singapur.
Lo que si que abunda es la gente. Muy limpios y muy avanzados tecnologicamente pero entrar y salir del metro es un ejercicio de codazos que practicamos nada mas llegar. Aun cargados con las mochilas de camino a casa de nuestros amigos ya empezamos a oler los aromas de los centenares de restaurantes y chiringuitos que se amontonan por las calles. Ademas, el precio de la comida en la calle es muy muy barato, como comprobamos despues de la bonita excursion que nos regalaron nuestros anfitriones al dia siguiente por un bosque que milagrosamente se ha salvado de la salvaje urbanizacion del pais. Sobre estar plagado de rascacielos, Singapur conserva ese aire asiatico de puestos de comida humeantes donde los dueños te asaltan para que vayas a probar las delicadezas que cocinan por un par de euros. Con Meng y nuestros anfitriones dimos un buen paseo aprendiendo sobre la flora y fauna de los bosques lluviosos de la zona. Pero lo mejor fue el postre que nos tenian reservado. En uno de los millones de centros comerciales hay un pequeño stand donde un chef cansado del ajetreo de grandes restaurantes abrio hace poco un negocio donde desarrollar su dulce imaginacion en forma de postres de aguacate, jengibre, lima con chili (oficialmente bautizado por Gisela como "Pinche Sorbet "), orgasmicos chocolates... Genial.
Y claro, con el liston tan alto a ver como me las ingeniaba yo para cocinar paella para siete personas sin paellero. Buscando por la cocina lo unico que encontre fueron tres sartenes no muy grandes pero que tenian que valerme. Asi que con la ayuda de Andy preparandome los ingredientes me puse a hacer las tres minipaellas al mismo tiempo, probando el caldo de las tres para que no tuvieran sabores diferentes, dandome prisa porque habiamos quedado para comerla a las seis y a las cinco aun no tenia el caldo dentro... Uf! Que estres!
Una de las causas de haber llegado tarde fue la interesante visita que hicimos al laboratorio donde trabaja Gisela. Un moderno edificio de los que abundan aqui en el que investiga un monton de gente. Fuimos a la habitacion donde guardan las moscas con genes mutantes que sirven para ser diseccionadas y ver que les pasa a sus diminutos cerebros. Algo asi como jugar a Doctor Frankenstein pero en un ambiente mas aseptico. Al final acabo regalandonos un poco de bicarbonato que a usamos como desodorante (no hagais esas caras y probadlo, es perfecto) y que es dificil de conseguir en segun que sitios.
Pero Gisela no es solo experta en moscas. Como aperitivo para la cena preparo un gazpacho andaluz que hizo que me olvidara por un momento de los postres del dia anterior. Con este calor se agradece un trocito de nuestra cultura culinaria bien fresquita. Y no solo nos deleito con cultura española. Ademas nos llevaron a una teteria china donde el nervioso y rapido camarero nos explico la ceremonia del te que luego Gisela se encargo de repetir con mas calma y detalles: aroma antes y despues de beberlo, limpiar la boca, la garganta, tragarlo y disfrutarlo... Hay que ver que poco trabajo tenian algunos chinos!
El lunes lo dedicamos a perdernos por este pais-ciudad lleno de rascacielos, centros comerciales, puestos de comida, templos budistas, hinduistas, mezquitas y alguna iglesia, coloridas tiendas en las calles de Chinatown, trafico incesante... Y a disfrutar de el que puede que sea unico pais de nuestro periplo Asiatico donde el transporte publico funcione, no haya suciedad en el suelo, te sientas seguro por las calles, los taxis no te piten para pedirte que te llevan a cualquier sitio, la gente respeta los semaforos, no fuman en cualquier sitio... Gran parte de todo ello es debido a que aqui multan por todo, incluso por mascar chicle. Por eso llaman a Singapur The fine city (La ciudad buena), sabiendo que fine tambien significa multa.
La siguiente parada, Malasia, nos esperaba a tan solo 35 km. Esperaba poco de Singapur y me sorprendio muy gratamente. Espero bastante de Malasia (sobre todo su fondo marino). Me sorprendera?
Por cierto, las tres paellas me salieron muy buenas.
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